La vida lujosa de Rubby Pérez, el icónico “caballero del merengue”, ha sido objeto de fascinación tras su trágica muerte en un colapso estructural durante un evento en Santo Domingo. Su mansión en Altos de Arroyo Hondo, valorada en 3.5 millones de dólares, se alzaba como un símbolo de su éxito, con un diseño mediterráneo que combinaba elegancia clásica con modernidad. La propiedad de 2500 m² incluía un estudio de grabación valorado en más de 500,000 dólares, donde Pérez creó su legado musical, y un jardín Zen que reflejaba su conexión con la serenidad.
Su colección automovilística era igualmente impresionante, con un Bentley Continental GT y un Porsche 911 Turbo S que simbolizaban su amor por los vehículos de lujo. Fuentes cercanas estiman que su fortuna alcanzaba los 25 millones de dólares, gracias a una carrera que abarcó más de 100 conciertos anuales y diversas inversiones en el sector del entretenimiento.
Sin embargo, lo que realmente sorprendió a sus allegados fue su generosidad. Pérez donaba aproximadamente el 15% de sus ingresos a causas benéficas, enfocándose en la educación musical para niños de escasos recursos. La vida de Rubby no solo se definía por su opulencia, sino también por su conexión con sus raíces y su compromiso con la comunidad.
El fatal evento del 8 de abril de 2025, donde perdió la vida junto a otros 10 asistentes, desató un duelo nacional y llevó a una investigación exhaustiva sobre las irregularidades en la remodelación del local. Los hallazgos iniciales apuntaron a negligencias en la supervisión de la obra, lo que generó un clamor social por justicia.
En sus últimos días, Pérez había planeado un futuro lleno de proyectos, incluyendo una gira europea y la construcción de una villa cultural en La Romana, destinada a fomentar nuevos talentos. Su legado, marcado por el lujo y la humildad, perdurará en la memoria colectiva de la música dominicana.