La crisis del gas en Argentina se intensifica en medio de un frío polar, dejando a miles de hogares sin calefacción y desatando un torrente de protestas en todo el país. A medida que la falta de suministro se agrava, el gobierno de Javier Milei decide desregular el precio de las garrafas, una medida que ha generado un profundo malestar entre la población. “Estamos para atrás, viejo. Esto hay algo que no anda”, expresa un vecino de Córdoba, reflejando el sentir de muchos que enfrentan una realidad desesperante.
Las calles de Villa Lugano se llenan de voces que exigen respuestas, mientras los cortes de luz y agua se suman a la crisis del gas. “No era que si sacaban los subsidios íbamos a tener mejor servicio?”, grita una manifestante, cuestionando las promesas incumplidas de un gobierno que parece desbordado por la situación. La tensión crece con cada día que pasa, y los reclamos se multiplican: desde médicos residentes hasta policías y agricultores, todos exigen un cambio.
En medio de este caos, el presidente Milei se encuentra en la mira de la crítica. Durante un encuentro con Lula, el presidente brasileño, se produce un momento incómodo que no pasa desapercibido. Lula, en un gesto burlón, deja a Milei plantado, evidenciando la fricción entre ambos líderes. “¿Qué pasó, Milei?”, parece preguntarse la sociedad argentina, que observa atenta cómo su presidente se enfrenta a una crisis que parece no tener fin.
Las imágenes de protestas, la falta de gas, y el descontento generalizado se entrelazan en un panorama desolador. La gente ya no confía en las promesas de un gobierno que, en lugar de soluciones, parece ofrecer más incertidumbre. “Esto no es gobernar, es condenar”, clama un manifestante, encapsulando la frustración de un país que lucha por salir a flote en medio de un mar de dificultades. Mientras tanto, Milei opta por el silencio, dejando a su pueblo a merced del frío y la indignación.