El ministro de Transportes, Óscar Puente, ha encendido una polémica monumental tras sus recientes declaraciones sobre la corrupción, afirmando que es “imposible de erradicar por completo”. Durante una conversación con Teresa García Milá, presidenta del Círculo de Economía de Cataluña, Puente no solo minimizó el problema, sino que sugirió que la corrupción es un fenómeno inevitable, alimentado por la “estupidez y la codicia” humanas.
Estas palabras, que han caído como un jarro de agua fría en el seno del Partido Socialista, llegan en un momento crítico, donde el partido enfrenta múltiples escándalos de corrupción que amenazan su estabilidad. La declaración de Puente ha levantado un torbellino de críticas, cuestionando si los líderes socialistas son, en efecto, víctimas de su propia naturaleza. ¿Es la corrupción una fatalidad a la que están condenados, o simplemente una excusa para eludir responsabilidades?
A pesar de que Puente intentó matizar sus comentarios abogando por mejores mecanismos de prevención y castigo, su visión pesimista de la naturaleza humana ha eclipsado cualquier intento de justificación. La situación se agrava con la referencia a la futura Agencia Anticorrupción, anunciada por Pedro Sánchez, que, según Puente, servirá como un “elemento de vigilancia permanente”. Sin embargo, sus palabras parecen anticipar que más casos de corrupción están por venir, desafiando la narrativa del gobierno de que la corrupción ha sido erradicada.
Mientras Sánchez insiste en que el partido ha tomado las medidas necesarias y que los casos son aislados, Puente lanza un claro mensaje: la corrupción no solo persiste, sino que es parte intrínseca de la política. Con esta declaración, el ministro ha sembrado la incertidumbre y el descontento en un partido ya tambaleante. La crisis política se intensifica, y la presión sobre el gobierno es más fuerte que nunca.