Alemania ha dado un golpe contundente a la política exterior de Pedro Sánchez, boicoteando sus intentos de alinearse con el reconocimiento del estado de Palestina y la oficialidad de las lenguas cooficiales en la Unión Europea. La visita del canciller alemán, Olaf Scholz, a Madrid ha revelado las profundas divisiones entre ambos países, dejando a Sánchez en una posición vulnerable y aislada.
Scholz ha dejado claro que Alemania no reconocerá el estado de Palestina en el corto plazo, a diferencia de lo que Sánchez había intentado promover en mayo de 2024. Este rechazo directo a la agenda del presidente español ha resonado como un firme aviso: la crítica al gobierno israelí no debe derivar en odio hacia el pueblo judío, un mensaje que subraya la distancia entre las posturas de ambos líderes.
Además, el canciller alemán ha cerrado la puerta a la oficialización del catalán, euskera y gallego en las instituciones comunitarias, reafirmando el veto que ya habían impuesto otros países europeos como Francia e Italia. Scholz ha argumentado que cada lengua adicional complicaría aún más el servicio de traducción de la UE, dejando a Sánchez ante un muro diplomático.
La única coincidencia entre ambos líderes ha sido el apoyo a Ucrania frente a la invasión rusa, pero este punto mínimo no ha logrado ocultar el desaire que ha sufrido el presidente español. Con esta visita, Alemania ha marcado líneas rojas sin ceder un milímetro, dejando a Sánchez debilitado y con una Europa cada vez más distante.
La situación es crítica y la tensión palpable. El futuro de la política exterior española se tambalea mientras Sánchez intenta recuperar su imagen ante sus socios en un contexto internacional cada vez más hostil. La diplomacia española enfrenta un reto monumental, y las repercusiones de este encuentro se sentirán en los próximos días.