En un giro explosivo en la política española, Gabriel Rufián ha desmantelado la estrategia comunicativa del Partido Popular (PP) con una frase contundente: “Pero si es un narco”. Este comentario, lanzado en un tuit, ha reavivado el escándalo que rodea la relación del actual líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con el narcotraficante gallego Marcial Dorado, y ha puesto en jaque la credibilidad del partido en un momento crítico.

La controversia estalló tras una entrevista en la que Dorado afirmó que el PSOE le ofreció dinero para desacreditar a Feijóo, pero lo que Rufián ha logrado es devolver el foco a lo esencial: la amistad de Feijóo con un criminal condenado. A pesar de que la relación se remonta a los años 90, la reciente exposición de sus vínculos ha sacudido los cimientos del discurso del PP, que intentó victimizarse ante lo que consideraba un ataque mediático del PSOE.

Dorado, quien ha sido condenado por narcotráfico, reveló detalles de su relación con Feijóo, incluyendo encuentros sociales y viajes. Aunque el PP ha intentado desviar la atención, la realidad es que la conexión entre ambos es innegable y profundamente incómoda. Las imágenes y testimonios de su cercanía han resurgido, dejando al descubierto un pasado que muchos en el PP preferirían olvidar.

La reacción de Rufián, que ha resonado en redes sociales, ha capturado la indignación pública y ha puesto de manifiesto la falta de ética en los vínculos de poder. Mientras el PP se aferra a su narrativa de victimización, la opinión pública exige claridad y responsabilidad. En un entorno político donde cada palabra cuenta, la declaración de Rufián ha sido un golpe directo que ha reabierto un debate sobre la moralidad de los líderes políticos y sus amistades.

A medida que el escándalo se desarrolla, tanto el PP como el PSOE se encuentran en una encrucijada, obligados a enfrentar las repercusiones de sus acciones pasadas. La política española está en un momento decisivo, y la pregunta persiste: ¿cómo puede un líder político mantener la confianza del electorado cuando su pasado está manchado por la cercanía con un narcotraficante? La respuesta a esta pregunta podría definir el futuro de la política en España.