El presidente del Tribunal Constitucional, Pedro González-Pumpido, ha renunciado a su cargo, dejando a Pedro Sánchez sin su principal escudo judicial en un momento crítico de su mandato. Esta inesperada salida ha desatado un torrente de inquietud en Moncloa, donde el nerviosismo es palpable. La renuncia de Pumpido, quien había sido un pilar crucial para la defensa del presidente, marca un antes y un después en la política española. Sin su apoyo, la situación de Sánchez se torna más precaria, mientras el PSOE comienza a desmoronarse rápidamente.
La noticia ha caído como un jarro de agua fría. Hasta ahora, el Tribunal Constitucional había funcionado como un aliado incondicional del gobierno, pero la partida de Pumpido podría significar el fin de esa era. En las calles, la percepción es clara: “Por fin se le mueve la silla a Sánchez”, se escucha entre los ciudadanos. La salida de Pumpido no solo implica la pérdida de un aliado; también podría abrir la puerta a juicios y demandas que amenazan con desestabilizar aún más su gobierno.
El escenario se complica aún más con el Senado bajo control del PP, que podría bloquear cualquier intento de Sánchez de nombrar nuevos magistrados afines. La posibilidad de que Alberto Núñez Feijóo actúe en contra de los intereses del presidente es un temor creciente. En este contexto, la ciudadanía se siente cada vez más frustrada y decepcionada, y el clamor por la dimisión de Sánchez se hace más fuerte.
Mientras tanto, el presidente continúa en su papel, ignorando la crisis que se avecina. Con una serie de escándalos a sus espaldas y un ambiente de creciente descontento, Sánchez se enfrenta a un panorama desolador. La sombra de la justicia se cierne sobre él, y su futuro político parece más incierto que nunca. La pregunta que todos se hacen es: ¿será este el principio del fin para Pedro Sánchez? La respuesta podría estar más cerca de lo que imaginamos.