Olivia Cláudia Motta Casta se encontraba sentada junto a la ventana, observando cómo los primeros copos de nieve comenzaban a caer suavemente. Sus ojos, llenos de una mezcla de melancolía y esperanza, reflejaban los destellos de las luces navideñas que adornaban las calles.
La Navidad siempre había sido una época especial para Olivia. Recordaba con cariño las noches en las que la familia se reunía alrededor del árbol, decorándolo con esferas brillantes y guirnaldas de colores. Los aromas de canela y jengibre llenaban la casa mientras se horneaban galletas, y las risas resonaban en cada rincón.
Este año, sin embargo, algo era diferente. La distancia y el tiempo habían hecho que algunas caras conocidas no estuvieran presentes. Las reuniones familiares se habían reducido, y las calles, aunque iluminadas, parecían más vacías. Aun así, Olivia no podía evitar sonreír al recordar las Navidades pasadas y soñar con las futuras.
Con cada copo de nieve que caía, su corazón se llenaba de esperanza. Sabía que la Navidad no solo se trataba de reuniones y regalos, sino del amor y la calidez que compartía con sus seres queridos, sin importar la distancia.
Cerró los ojos por un momento, permitiéndose soñar con un futuro donde todos se reencontraran, donde las risas llenaran de nuevo la casa y los abrazos fueran interminables. Mientras tanto, decidió mantener viva la tradición, decorando su hogar y cocinando esas galletas que tanto le recordaban a su infancia.
Al abrir los ojos, Olivia sintió una paz indescriptible. La Navidad estaba a la vuelta de la esquina y, a pesar de todo, el espíritu navideño seguía vivo en su corazón. Con una sonrisa, se levantó y comenzó a preparar todo para la llegada de la nochebuena, con la esperanza de que el próximo año, los recuerdos se conviertan en realidad.