Antonio Espayat, dueño del emblemático club Jet Set, rompe su silencio tras la devastadora tragedia que dejó al menos 27 muertos y 160 heridos en Santo Domingo. El colapso del techo de la discoteca, ocurrido en plena celebración del merengue de Rubby Pérez, ha conmocionado a toda la República Dominicana. A las 12:44 a.m., el sonido de la música fue sustituido por el estruendo del concreto cayendo y los gritos de pánico de los asistentes. Testimonios de sobrevivientes señalan que ya caían fragmentos del techo minutos antes del derrumbe, generando alarmas que fueron ignoradas.
Después de días de especulación y acusaciones de negligencia, Espayat se dirige a la nación a través de una carta enviada al Ministerio Público, donde asegura estar dispuesto a colaborar con la justicia. “Lo ocurrido ha sido lo más doloroso que he vivido”, dice Espayat, intentando mostrar su consternación por el sufrimiento de las familias afectadas. Sin embargo, muchos se preguntan si sus palabras llegan demasiado tarde y si su compromiso es genuino o una estrategia para limpiar su imagen.
La tragedia ha obligado al gobierno dominicano a formar una comisión de investigación, mientras que la presión pública crece ante la falta de respuestas claras sobre las posibles advertencias ignoradas y el mantenimiento del local, que ya mostraba señales de deterioro. La denuncia de los familiares de las víctimas se suma a la ya complicada trama legal, que involucra no solo a Espayat, sino también al Estado dominicano.
El contexto en el que se desarrolla esta historia es alarmante: más de 200 vidas perdidas y una comunidad que exige justicia. La presión sobre Espayat es monumental, y su declaración, aunque firme, no ha logrado calmar la indignación colectiva. La nación está atenta, esperando respuestas que aún parecen lejanas. La tragedia en el Jet Set no solo ha dejado un saldo mortal, sino que ha abierto un debate profundo sobre la responsabilidad empresarial, la seguridad pública y la urgencia de la justicia en un país donde las promesas de cambio resuenan vacías.