El Papa Francisco, fallecido el 21 de abril de 2025, ha dejado un legado sorprendentemente austero que desafía las percepciones comunes sobre la riqueza en las altas jerarquías religiosas. A lo largo de su pontificado, Francisco eligió vivir en la modesta Casa Santa Marta, rechazando el lujoso palacio apostólico y adoptando un estilo de vida caracterizado por la sencillez. Su fortuna personal se estimaba en aproximadamente $100, una cifra que contrasta drásticamente con los miles de millones de euros que representa el patrimonio institucional del Vaticano.
Francisco, conocido por su compromiso con la pobreza y la justicia social, no acumuló bienes personales ni cuentas bancarias. En su última etapa, continuó donando sus estipendios y rechazó aceptar regalías por libros o conferencias, destinando cualquier obsequio a fines benéficos. Este enfoque radical hacia el desprendimiento material subraya su convicción de que los recursos de la Iglesia deben servir al bien común, un principio que ha guiado su vida y ministerio. Su herencia se encuentra en sus enseñanzas y reformas, que seguirán influyendo en el mundo mucho después de su partida.