La conmoción recorre el mundo tras la muerte del Papa Francisco, cuyas últimas palabras resonaron profundamente en una audiencia global. Esta mañana, la Basílica de San Pedro se convirtió en un escenario de despedida mientras miles de fieles se alineaban para rendir homenaje al líder espiritual que dedicó su vida a la paz y la inclusión. A pesar de su evidente fragilidad, el Papa ofreció su último mensaje al mundo desde el balcón, clamando por la paz en Gaza y Ucrania. Estas simples pero impactantes palabras no solo fueron un llamado a la acción, sino una emotiva despedida que dejó a todos los presentes con el corazón encogido.
El ambiente en la plaza era de tristeza y respeto; muchos notaron la débil sonrisa del Papa, quien, en su silla de ruedas, parecía estar lidiando con un profundo cansancio. Las campanas sonaban y los aplausos resonaban, pero había un aire de despedida que envolvía a la multitud. Los observadores del Vaticano confirmaron que su salud se había deteriorado drásticamente en los últimos meses, y rumores sobre su posible retirada circulaban entre los asistentes más cercanos.
El Vaticano, en un silencio cauteloso, no aclaró el estado de salud del Papa ni ofreció detalles tras su último discurso. Sin embargo, se supo que había estado rechazando reuniones y evitando ser el centro de atención en sus últimos días. A solas en su habitación, rodeado de sus seres más cercanos, el Papa Francisco compartió sus últimos momentos en paz, eligiendo no buscar asistencia médica.
A las 7:35 de la mañana, el mundo se detuvo cuando el Papa falleció, dejando atrás un legado imborrable. Su funeral, marcado por un profundo respeto y reflexión, resonó en las calles de Roma y más allá, uniendo a millones en homenaje a un hombre que, a pesar de sus luchas, nunca dejó de servir y liderar. La historia de su vida y su partida se entrelazan, dejando una huella indeleble en la historia de la Iglesia y en los corazones de quienes lo amaron.